sábado, 29 de septiembre de 2012

¡AY¡, DON JACINTO, DON JACINTO,¡¡CUANTO SABÍAS¡¡

¡Solo Dios sabe cuánto he luchado antes de escribirte¡
Creí volverme loca.
¡Otra vez he de ser yo la que perdona¡
Y si los dos que queremos bien no perdonasemos, ¿qué sería de los que queréis tan mal?
¡Como juegas con mi cariño¡
¡Tan seguro estás de que no ha de faltarte¡
Gentes más prácticas en sutilezas de amor me reprenden porque te muestro mi cariño sin ambages.
Tienes razón.
¿Que afanes ni cuidados has de tener por conservar lo que sabes muy bien que es tuyo y nadie puede quitartelo?
Pero si dejas dejas de quererme, no podrás nunca disculparte con haber dudado de mi cariño.
Ya lo sabes; no te inquietaré nunca con celos ni desvios.
Perderas mi cariño, sabiendo que existía grande, inmenso.
Si yo fuera Dios no dejaría dudar de mi existencia a los pecadores, y el que se condenase sabría muy bien lo que perdía al perderme.
No hay tormento comparable a la duda.
¡Ay , Dios mio¡. Si tu cielo pudiera abrirse y a la par el corazón de los que amamos¡
Si la duda no fuese posible, ¿quién se condenaría?
¡Y si quieres que no sufra, si es para mi quererte un infierno de dudas¡
No creo en ti, no puedo creer; éste es mi tormento.
¿Por qué?
Porque todo me demuestra que en el amor se juega siempre una partida desigual.
Uno quiere , otro se deja querer.
Si el cariño que sobra de un lado no acudiese a reparar el desequilibrio del otro, no habría castillo de naipes levantado por el amor que no viniese a tierra al pimer soplo.
En nuestra partida me tocó en suerte el papel dificil y triste: querer a quién se deja querer,y, sin embargo, más lo parece el tuyo, según estás en él de torpe.
No hay ceguedad que valga para no verlo, y cuidado si mi ceguedad es grande.
No tienes para tus faltas mejor abogado que mi corazón: antes que tú discurre mil disculpas por cada una, tan bien buscadas, que al oír las tuyas me parece mejor que cualquiera de las que antes mi corazón te previno.
Vuelve, pues, a verme; pero no vengas apercibido de mentirosas disculpas.
No quiero oírlas; si el nuestro ha de vivir por virtud del mio, él me dará remedio para todo
No me quieras, déjame quererte.

(Jacinto Benavente)





.







.

No hay comentarios:

Publicar un comentario