viernes, 17 de diciembre de 2010

SEÑOR DIOS , SOY ANNA

SEÑOR DIOS , SOY ANNA.( Si hubiera podido pedir un libro como regalo de Reyes para cada uno de vosotros, podeis estar seguros , que este hubiera sido el titulo )


"Es fácil darse cuenta de la diferencia que hay entre un

ángel y una persona. La mayor parte de un ángel está

por dentro y la mayor parte de una persona está por fuera"

Estas son las palabras que a los seis años pronunciaba Anna. A los

cinco años, tenía un conocimiento perfecto de la razón

de existir, sabía el significado del amor y era amiga personal y

ayudante del Señor Dios. A los seis, Anna era teóloga,

matemática, filósofa, poeta y jardinera. Quien le

hacía una pregunta siempre obtenía respuesta... a su debido

tiempo. En ocasiones la respuesta podía tardar en llegar semanas o

meses; pero finalmente, siguiendo su propio ritmo interior, la respuesta

llegaba: directa, simple y apropiada

No llegó a cumplir los ocho años; murió debido a un

accidente. Murió con una sonrisa en su hermoso rostro, diciendo:

"Apuesto que el Señor Dios me deja entrar en el cielo por esto"

y...yo tambien apuesto a qué así fué¡¡

.-"Conocí a Anna durante unos tres años y medio. Algunas

personas alcanzan la fama porque han sido los primeros en navegar solos

alrededor del mundo, o en llegar a la luna, o en realizar alguna otra

hazaña. Todo el mundo conoce a esas personas. No son muchos los que

me conocen a mí, pero también yo aspiro a la fama, porque

conocí a Anna. Eso fue para mí la cúspide de la

aventura. No fue un conocimiento fácil; me exigió total

aplicación, pues hube de conocerla según sus propios

términos, en la forma que ella exigía que la conocieran: por

dentro primero. ''la mayor parte de un ángel está por

dentro''. Y de esa manera aprendí a conocer a Anna, mi

primer ángel ..."

Así empieza '"Señor Dios soy Anna'" , de Fynn......

¡No¡,

Naturalmente yo no conocí a Anna , llegó a mi vida a traves del libro Fynn algunos años después, pero como siempre digo, "cuando el alumno esta preparado, surge el maestro" y como creo firmemente que "no hay nada casual", por tanto llego a mis manos en el momento preciso,cuando fué mi tiempo,cuando pude entenderlo, cuando pude bucear en él... desde entonces , no hay año que no lo relea una o dos veces, siendo siempre un placer pasearse por sus paginas , siempre descubro algo nuevo, esa es su riqueza, ¡¡nunca envejece¡¡.

¡¡Yo tambien lo compré en el Vips, de la calle de Velazquez¡¡.

Me debió inclinar a la compra la simple lectura de su contraportada y las solapas interiores.

Os comentaré algo de esto y juzgad vosotros mismos si no hubieseis hecho igual:

(Confio en que si alguno de vosotros compartis alguna de mis ideas, alguno de mis pensamientos, alguno de mis sentimientos, podais haceros con él y podais disfrutar de su lectura ,no una, sino mil veces tal y como yo lo gozo , puedo aseguraros que siempre tendrá algo nuevo que descubriros, es una autentica joya de filosofia, de esa filosofia limpia ,sencilla e inocente que solo la naturalidad de un niño puede ofrecernos con todo el poder de su claridad.)

"Es facil darse cuenta de la diferencia que hay entre un angel y una persona. La mayor parte de un angel está por dentro y la mayor parte de una persona está por fuera"....

Estas palabras corresponden a una de las muchas citas plenas de acierto y sabiduria de una niña , o quizá de un angel...

Echad un vistazo a esta reseña y opinad con voz propia:

.- Os digo desde de estas lineas,que en la medida en que un libro enamora el alma de quien lo lee , deja de ser un simple libro, objeto material que puede verse y tocase , para convertirse , tambien , en cofre imaginario y contenedor de puro sentimiento , fuerza intangible que reside en nuestro interior personalísimo , y aparecerse ante nosotros como algo maravilloso que nos conmueve profundamente.

En esa medida que nos apasione y nos haga reir y llorar a lo largo de sus paginas, nos podrá parecer hasta exraordinario. Pero si el libro en cuestiòn nos traslada a otro plano de la vida que nos reconforta sobremanera y lo consigue plenamente , igual que el provocarnos con sutileza y encanto ese llanto o esa risa, expresión de nuestro sentir ante su lectura , a muchas y muy diferentes personas de distinta edad y condición cultural o geográfica , de identica manera que a uno mismo, podremos concluir que nos econtramos, cuando menos , ante un libro tocado por el don mágico del duende de la fantasia literaria hecho sensibilidad prodigiosa.

Yo he leído y releído en varias ocasiones un gran libro, excepcional, que me ha hecho sonreír y llorar repetidamente, como a un niño, a lo largo de muchas de sus encantadoras páginas, y en cualquier momento y circunstancia que lo he hecho mío a través de su lectura.

Naturalmente he leído algunos libros en mi vida, de texto o no, que me han aportado ciertos conocimientos siempre insuficientes a juzgar por mi constante ignorancia; otros cuantos que me han dibujado en la cabeza ensoñaciones variadas o me han hecho volar más allá de las estrellas, del otro lado de lo que se comprende o se tiene asimilado convencionalmente como realidad; algunos otros, lo reconozco igualmente, me han desencantado, aburrido y hasta disgustado… Algunos más que ni siquiera he podido terminar, ladrillos puros de nula inspiración… Pero yo tengo la gran suerte de poseer un libro que es un tesoro repleto de sentimientos y razones para vivir, y no es La Biblia, con ser lo que es el libro sagrado; ni el que habla del Ingenioso Hidalgo de La Mancha don Alonso Quijano, ejemplo sublime de gallardía y altruismo; ni Crimen y Castigo, ni el Fausto, ni aquel otro del Dante, ni Hamlet, ni Los Miserables, ni La vida es sueño, ni los poemas de Wordsworth o Sheley, Heine o Bécquer, San Juan de la Cruz o Manrique, Poe, Rimbaud o Pessoa, y tantos otros…

Todos los mencionados y algunos que por olvido no cito, están en un lugar preferente de mi biblioteca, y por muchos de ellos guardo especial devoción… Pero es que yo tengo la suerte de poseer un libro que, en su extraordinaria modestia, guarda toda una lección de arrolladora filosofía de la vida que comparto a pies juntillas, y cuando no es así en algún fragmento por mi cortedad intelectual o sensitiva, al menos, desearía hacerlo en alguna medida, en aquello que pudiese alcanzar buenamente… Y es que yo poseo un maravilloso ejemplar de "Señor Dios, soy Anna," -que así se llama el tesoro literario que aún hace aflorar en mí el niño soñador que fui-, del que me fascinan en igual medida la sencillez de la forma y lo plenamente encantador del fondo, continente y contenido inspiradísimos, absolutamente mágicos

"Anna" puede desarmar a cualquiera con sus interminables preguntas. Y conocerla significa tener que volver a plantearse de nuevo todas esas interrogantes para las que creíamos tener ya respuesta , o «Tres más dos no siempre son cinco, ¡y Anna lo demuestra!, o "Una noche Fynn encuentra a una niñita de cinco años que no quiere volver a su casa. Se la lleva a vivir con él, y comienza para ambos una aventura en la que Anna suele ser la maestra, y el muchacho el desconcertado discípulo"…, o "Anna es una niña normal, traviesa, pero también tiene el material del que están hechos los seres excepcionales…"

Y es verdad absoluta que Anna es un ser pequeñito e inmenso a un tiempo. Anna es como una miniatura pelirroja de enorme belleza interior, y una niña bonita exteriormente, o yo quiero así, al menos, figurármela. Anna sólo tiene cinco años, un corazón enorme lleno de amor, una mente fantasiosa y casi científica al tiempo, y un norte sobresaliente en su vida: el "Señor Dios", cuando Fynn la encuentra sucia y hambrienta, "una brumosa noche de noviembre", sentada sobre una rejilla que le calentaba el culito, bajo el escaparate de una panadería, junto a los muelles del East End londinense y deprimido, inmediatamente anterior a la II Gran Guerra. Desde un principio, aquel muchacho de diecinueve años se siente cautivado por la magia y el encanto de la niñita, y tras compartir con ella su bocadillo de salchichas, la lleva a casa con la alegría y el presentimiento de quien ha encontrado un tesoro de incalculable valor… Y no se equivoca. A partir de ahí nacerá entre ellos algo muy poderoso y especial: el cariño, la amistad, la compenetración, el afán de compartir todas las experiencias que la vida les ofrece… Anna ha sido, tal vez, maltratada, malquerida y golpeada por su verdadera familia, de la que el libro no da razón alguna, a juzgar por los pequeños moratones que su cuerpecito descubre cuando por primera vez la bañan en casa de Fynn, y está tan necesitada de afecto, que cuando el muchacho le ofrece su propia comida y le pide permiso para fumar, junto a aquella panadería frente a los muelles en que la encuentra, por si el humo le molesta, ella, tras la sorpresa que le hace sobresaltarse grandemente y hasta tartamudear, por lo desacostumbrado del trato, ríe y baila alocadamente mientras repite: "Tú me amas, me amas, me amas".

Todo conduce en la vida de Anna al "Señor Dios", desde lo más simple a lo más complicado, al que comienza a rezarle aquella noche en que es recogida: ¡"Señor Dios, habla Anna. Gracias por dejar que Fynn me ame"¡; y Anna todo lo racionaliza, desde esa convicción, de manera contundente, en su mente privilegiada pero, al mismo tiempo, de niña encantadora y apasionada.

Anna, Tich, cariñosamente, para el muchacho que la recoge, tiene muy clara su idea sobre Dios, y cuando el párroco del barrio le pregunta si cree en él, la respuesta es escueta y contundente: ¡Sí¡. Y continua el clérigo: "¿Y sabes lo que es Dios?"… "¡Es Dios!", responde la niña; y la conversación se prolonga: "¿Vas a la iglesia?" , "¡no¡", "¿por qué no?", "¡porque ya sé todo lo que hay que saber!", "¿qué es lo que sabes?"… "¡Sé amar al Señor Dios y amar a la gente y a los gatos y a los perros y a las arañas y a las flores y a los árboles… con todo mi corazón".

Anna amaba incluso hasta los polipinchos, curioso nombre otorgado a las pequeñísimas criaturas que había observado con Fynn por el microscopio. Y es que, verdaderamente, Anna sabía lo que era Dios, y creía en él tanto como en que cada mañana amanece con la fantástica salida del sol, para hacernos contemplar la vida en todo su esplendor.

Como si se tratara de cofres dorados y magníficos con verdaderos tesoros en su interior, Anna conserva en unas cuantas cajas de cartón esas riquezas acumuladas en su corta pero extraordinaria vida. Allí encuentran lugar de acomodo desde los diferentes papeles en los que pide a la gente, a cualquier transeúnte a su alcance, -e insiste hasta conseguirlo-, que le escriba muy claro y en mayúsculas todas esas palabras que le llaman la atención poderosamente, y que luego reflexionará en soledad de pensamiento hasta exprimirles el más puro y esencial significado, siempre tan cercano y tan directamente enraizado con su encantadora teoría, acertadísima por otra parte, del «Señor Dios», hasta las cosas más variadas y pintorescas que encuentra por la calle, en sus largos paseos con Fynn, piedrecitas de formas y tamaños diversos, flores de diferentes tonalidades y coloridos, y hasta sus propios escritos sencillos y maravillosos.

Son esas cajas de zapatos, de cartón, para ella, arcas chiquitas y asombrosas que guardan cuanto merece la pena en la vida, y que encerrarse pueden en un pequeño recipiente capaz de contener sueños y materiales necesarios tanto para el pensamiento como para el sentimiento.

El "Señor Dios" y Fynn, sobre todo, la familia que la acoge, sus amigos y amigas del barrio, las guapas prostitutas del final de aquella calle, como la simpática Millie, son sus compromisos primeros de afecto y cercanía, pero también, muy dentro de ella, cuando escribe sus reflexiones, su madre, o tal vez su más poderosa ensoñación, ocupará un lugar muy preferente en su interior.

"Antes de irme a dormir –escribirá la niña mágica con especialísima dulzura- pienso en mamá y lo que pienso es esto. ¿Has visto alguna vez estrellas en una noche de helada?. Parecen muy cerca y es como si estuvieran atadas a ti con cuerdas y tus pies no tocaran el suelo y no pesaras nada y cuando miro a mamá a los ojos es como si yo no pesara nada y si ella no me abrazara muy fuerte me pudiera ir por lo aires como un pájaro…"

El libro Señor Dios, soy Anna está llegando al final, después de habernos paseado como por un sueño de vivencias y reflexiones maravillosas, filosóficas o matemáticas, pero también nos aproxima irremediablemente a dos acontecimientos que el lector debe afrontar por fuertes y dolorosos que sean; uno es el comienzo de la II Guerra Mundial, que encoge repetidamente el corazón de Anna, y que entre temor y sufrimiento, no encuentra razón alguna ante tal locura destructiva. "Lo siento", le dice la niña al Señor Dios en sus conversaciones más íntimas y en sus rezos, como queriéndole pedir disculpas en nombre de la Humanidad equivocada… El otro es la trágica muerte de un ángel de alas invisibles, figura chiquita de mirada inteligente, franca y directa, entre atrevida y bondadosa… Porque esa niñita que se nos ha metido en el corazón sin pedir permiso, página tras página, morirá en un absurdo y desafortunado accidente antes de cumplir los ocho años, pienso yo, muy probablemente, en un día en el que Londres, bajo el estruendo de las bombas nazis, y sin olvidar, pues, la horrible guerra que tanta desgracia y muerte genera, debió llorar mucho más que de costumbre en esas horas tremendas, confundiendo sus lágrimas amargas y dolorosas con las aguas del río anchísimo que la cruza, porque Anna había muerto, porque ya no volvería a verla ni escuchar su risa ni su llanto por los lugares en que antes corría feliz o caminaba de la mano de Fynn, aunque ya para siempre guardara el recuerdo de su figura entrañable reflejado en el vaivén de la corriente.

Anna ya está a punto de irse, a punto de traspasar esa línea que a todos ha de convertirnos en parte activa y constructora de un infinito invisible… A punto de llegar a su presencia, a la maravillosa y extraordinaria presencia de su Señor Dios … Y Anna sólo dice entonces: "Te quiero Fynn", -para luego añadir con una leve sonrisa que aún consigue iluminar su carita-, "Fynn, apuesto a que por esto el Señor Dios me dejará entrar en el cielo"… Y Anna se va camino de su destino, a reunirse con su sueño, con aquella suprema razón de vivir que siempre tuvo…

Hay un vacío grande, una soledad profunda que inunda las últimas páginas de la lectura, que se instala de repente en nuestro interior y nos estremece. Parece como si todos fuésemos Fynn en tal trance y sufriéramos con igual intensidad la irreparable ausencia. Y es que hemos perdido a alguien que ya nos era muy cercano, que vivía en el interior de un libro que hubiésemos deseado que no tuviera fin. Será que el Señor Dios de Anna, ojalá también el nuestro, ya no puede prescindir de uno de sus ángeles favoritos en la tierra, y manda llamar a su presencia a la niña bonita y pelirroja; y a los que seguimos aquí abajo se nos abre un abismo de consternación en el alma… Pero tras sobreponernos a tal desenlace, aunque de ello estamos avisados desde el mismo comienzo del libro, pensamos que Anna, al fin y al cabo, no nos abandonará nunca, porque ha sido un verdadero placer y una continua enseñanza conocerla, y ya ocupa un lugar preferente en nuestro corazón, ganado a base de inteligencia, gracia, dulzura, encanto y bondad. Porque, además, podemos revivirla para nosotros mismos en cuantas ocasiones queramos, leyendo el libro en el que felizmente habita una y otra vez.

Si en algún momento, antes de cerrar el libro por concluida su lectura, os llega el llanto a los ojos, yo aconsejo no luchar para eludirlo, porque además de tal inoperante propósito, os privará de un nexo más de unión con la pequeña Anna…-.

(Esta reseña pertenece a Capayespada , escrita en Septiembre del 2009, que tambien tiene desde hace muchos, este libro en su libreria )

Yo no sé si realmente el duendecillo del personaje del libro de Fynn existió, como afirma su autor, o sólo se trata de una niña inventada, pero sea lo que fuere, es un precioso ser al que ya jamás olvidaremos… Ni a ella, ni sus deliciosas enseñanzas.

Mis gracias eternas y personales, Fynn, por escribir un LIBRO (así, en mayúsculas) tan diferente como maravilloso. Gracias, Anna, por haber existido siquiera sea, cuando menos, como personaje literario, por regresar tantas cuantas veces vaya a tu encuentro y me enfrasque en la lectura de unas páginas muy afortunadas que siempre me esperan en un estante destacado de mi librería, y que permanecen ahí si es que no están entre mis manos y ante mis ojos, húmedos a veces, en otra nueva ocasión en que decido visitarte.

Anna, tú siempre vivirás ahí, en mi librería, en mi recuerdo y en mi corazón… Si algo tiene de verdaderamente hermoso un libro, un personaje, por encima de cualquier otra connotación, es que te acaricie desprevenidamente el alma.

Y este es el Libro que yo hubiera pedido a los Reyes Magos de Oriente, ¡¡¡Magos al fin¡¡¡, para todos y cada uno de vosotros ... si es que no lo teneis aún.


Madrid 17 Diciembe 2010


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